Hay ocasiones en que me pregunto
¿Qué diablos hicimos uno contra el otro?
Momento me vienen muchas respuestas, nos agrededimos, nos metimos en
juegos perversos, nos alocados y finalmente nos provocamos terrores uno al
otro. ¡Sí! Generamos el temor a perdernos, profetizamos la perdida que finalmente llego. Somos seres
humanos, tenemos esa capacidad de atraer lo que no queremos.
Inhóspitamente tuvimos un acuerdo
sin dar cuenta de ello, pero ¿Qué se puede hacer cuando no se asumen
responsabilidades? El ser humano es experto en eso, la tranquilidad viene
regularmente acompañada de culpa, que finalmente se convierte en liberación y
alegría. Los pecados que cometemos, cuando el amor a una amistad se basa en la
confianza, en el respeto y la
comunicación, se puede superar todas las adversidades, más cuando no se
enfrentan van acabando el sentimiento que la formo.
En el proceso y la reflexión, las
palabras y las acciones, en soledad te llevan a dar cuenta de cuánto tuviste, tus pérdidas y
ganancias, más en esa reflexión de una amistad mal lograda o ni siquiera iniciada la palabra amor es solo la máscara en donde los intereses ocultos viven, las
mentiras cobran vivas. La perdida de esas personas invocada por dos o más
personas es la invocación que se puede evitar
con solo sincerarse en lo individual, teniendo seguridad de que la relación
puede crecer.
No basta con solo decirse uno a
otro amigo, hay que vivirlo, sentirlo y experimentarlo, pues al final es el
sentido de la afinidad, sabiendo que
poco a poco hay que aprender a escribir juntos los capítulos, aquellos guiones
que se comparten. Y frente al final solo
dejar ir, en los buenos términos alejarse, en los malos aprender a tener paz,
sabiendo que una cruda emocional, de melancolía, pero al final, al arreglar
todo, viene una tranquilidad, acompañada de alegría.
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